jueves, 29 de abril de 2010

Bautizado en Caracas el libro:"Manolete al desnudo" de Angel Luis Omaña



Durante la jornada taurina celebrada en el centro asturiano de Caracas el pasado sábado 24 de abril, se bautizó el libro "Manolete al desnudo" del periodista,torero, compositor y poeta Angel luis Omaña. Con prólogo de Rafael del Naranco, el autor abre su capote para presentarnos al desnudo una novedosa e interesantísima obra sobre el legendario diestro Manuel Rodriguez Sanchez "Manolete" el torero mas universal de todos los tiempos. Omaña basado en sus vivencias en el mundo de la tauromaquia, entre ellas el haber sido amigo de Dominguin Padre y de otros personajes que convivieron con el legendario fenómeno de Córdoba; e igualmente, su minucioso trabajo investigativo sobre la vida del famoso diestro, le ha permitido recopilar valiosísimos datos que por desconocerse nunca habian sido publicados, tal es el caso del paso del padre de Manolete, tambien torero, cuando vino a Caracas contratado para la temporada de 1914, una entrevista a su amante Lupe Sino dos dias despues de la tragedia de Linares y las declaraciones de una sobrina del fenómeno que le da un matiz distinto a las versiones conocidas del fatídico dia. Un libro entre poemas del autor que seguramente deleitará al lector desde el principio, cuando la polémica sobre asuntos personales del mounstruo, provocada por un banderillero , no le quitaria ni una pizca la grandeza personal ni torera del mítico y glorioso Manolete.


Mas información sobre la obra a traves del correo gustavoymirna@hotmail.com

miércoles, 28 de abril de 2010

Video: Mariachi dedicado a Jose Tomas

Los mariachis de Aguascalientes cantan estos días de Feria de San Marcos y de convalecencia del torero, la canción dedicada al diestro compuesta por Napoleón



martes, 27 de abril de 2010

Homenajeado Mario Gonzalez por la afición de Caracas




El pasado Sabado 24 de abril se celebró un festival taurino con la participación de los aficionados practicos Alfredo Movilla, Pedro Martin, Antonio Martinez y el ganadero Euclides Sanchez, quienes lidiaron reses de Juan Campolargo. Al terminar el paseillo la aficion caraqueña, los aficionados prácticos, los matadores de toros Jose Antonio Valencia y Erick Cortez, banderilleros y aspirantes le hicieron entrega al picador de toros y organizador Mario Gonzalez de un diploma en reconocimiento a una vida entera dedicado al toreo. El ambientazo que se vivió en la jornada por la gran asistencia de aficionados y público donde tambien hubo una misa rociera y se bautizó el libro "Manolete al desnudo" de Angel Luis Omaña, demostró que a pesar de la sequia taurina que viene padeciendo la capital del pais,se mantiene aún una gran afición que anhela con pasión el retorno de la actividad taurina...

miércoles, 21 de abril de 2010

Presidente de la Plataforma taurina en el cabildo de Caracas

Un articulo publicado en el diario meridiano escrito por "El Vito" titulado "La fiesta de los toros en terapia" y que por su interesante contenido colgamos en nuestro blog, ha causado gran revuelo y ha desnudado parte de realidad taurina venezolana. El articulo causó escozor y sobre todo en este mundo del toro donde las vanidades hacen que no miremos la viga de nuestros ojos sino la paja del ojo ajeno y enseguida saltaron las voces de algunos que se sintieron "aludidos" y sin aportar nada sustancioso ni dar alguna "receta" que nos ayude a salir de esta terapia, solo se pronunciaron para dejar en claro que no tienen nada que ver con esta crisis. Cuando se han hecho esfuerzos para intentar encaminar algunos aspectos que pudiesen revertir los sintomas de esta crisis, son los mismos estamentos internos quienes muestran resistencia y se niegan irresponsablemente a dar su aporte positivo para que los logros no se queden en el camino. Tal es el caso del nuevo circo de Caracas, cuando el año pasado intentaron los grupos antitaurinos declarar Caracas ciudad antitaurina, la plataforma taurina junto a "taurinos por Caracas" logró detener la declaratoria, y se tuvo una oportunidad de oro para ocupar los taurinos espacios dentro del coso, sin embargo faltó el gremio de toreros,el de ganaderos optó por sugerir la construcción de un coso mas grande(¿), y entre esas posturas los circenses continuan ocupando el histórico "nuevo Circo" ante la pasividad nuestra...





domingo, 18 de abril de 2010

Torear y otras maldades

LA CUARTA PÁGINA PIEDRA DE TOQUE

MARIO VARGAS LLOSA 18/04/2010

La fiesta de los toros representa una forma de alimento espiritual y emotivo tan intenso y enriquecedor como un concierto de Beethoven, una comedia de Shakespeare o un poema de Vallejo

El intento de prohibir las corridas de toros en Cataluña ha repercutido en medio mundo y, a mí, me ha tenido polemizando en las últimas semanas en tres países en defensa de la fiesta ante enfurecidos detractores de la tauromaquia. La discusión más encendida tuvo lugar en la noche de Santo Domingo -una de esas noches estrelladas, de suave brisa, que desagravian al viajero de la canícula del día-, en el corazón de la Ciudad Colonial, en la terraza de un restaurante desde la que no se veía el vecino mar, pero sí se lo oía.

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Prohibir las corridas, además de un agravio a la libertad, es también jugar a las mentiras Es una seña de identidad que no puede ser desarraigada de manera prepotente y demagógica
Alguien tocó el tema y la señora que presidía la mesa y que, hasta entonces, parecía un modelo de gentileza, inteligencia y cultura, se transformó. Temblando de indignación, comenzó a despotricar contra quienes gozan en ese indecible espectáculo de puro salvajismo, la tortura y agonía de un pobre animal, supervivencia de atrocidades como las que enardecían a las multitudes en los circos romanos y las plazas medievales donde se quemaba a los herejes. Cuando yo le aseguré que la delicada langosta de la que ella estaba dando cuenta en esos mismos momentos y con evidente fruición había sido víctima, antes de llegar a su plato y a sus papilas gustativas, de un tratamiento infinitamente más cruel que un toro de lidia en una plaza y sin tener la más mínima posibilidad de desquitarse clavándole un picotazo al perverso cocinero, creí que la dama me iba a abofetear. Pero la buena crianza prevaleció sobre su ira y me pidió pruebas y explicaciones.

Escuchó, con una sonrisita aniquiladora flotándole por los labios, que las langostas en particular, y los crustáceos en general, son zambullidos vivos en el agua hirviente, donde se van abrasando a fuego lento porque, al parecer, padeciendo este suplicio su carne se vuelve más sabrosa gracias al miedo y el dolor que experimentan. Y, sin darle tiempo a replicar, añadí que probablemente el cangrejo, que otro de los comensales de nuestra mesa degustaba feliz, había sido primero mutilado de una de sus pinzas y devuelto al mar para que la sobrante le creciera elefantiásicamente y de este modo aplacara mejor el apetito de los aficionados a semejante manjar. Jugándome la vida -porque los ojos de la dama en cuestión a estas alturas delataban intenciones homicidas- añadí unos cuantos ejemplos más de los indescriptibles suplicios a que son sometidos infinidad de animales terrestres, aéreos, fluviales y marítimos para satisfacer las fantasías golosas, indumentarias o frívolas de los seres humanos. Y rematé preguntándole si ella, consecuente con sus principios, estaría dispuesta a votar a favor de una ley que prohibiera para siempre la caza, la pesca y toda forma de utilización del reino animal que implicara sufrimiento. Es decir, a bregar por una humanidad vegetariana, frutariana y clorofílica.

Su previsible respuesta fue que una cosa era matar animales para comérselos y así poder sustentarse y vivir, un derecho natural y divino, y otra muy distinta matarlos por puro sadismo. Inquirí si por casualidad había visto una corrida de toros en su vida. Por supuesto que no y que tampoco las vería jamás aunque le pagaran una fortuna por hacerlo. Le dije que le creía y que estaba seguro que ni yo ni aficionado alguno a la fiesta de los toros obligaría jamás ni a ella ni a nadie a ir a una corrida. Y que lo único que nosotros pedíamos era una forma de reciprocidad: que nos dejaran a nosotros decidir si queríamos ir a los toros o no, en ejercicio de la misma libertad que ella ponía en práctica comiéndose langostas asadas vivas o cangrejos mutilados o vistiendo abrigos de chinchilla o zapatos de cocodrilo o collares de alas de mariposa. Que, para quien goza con una extraordinaria faena, los toros representan una forma de alimento espiritual y emotivo tan intenso y enriquecedor como un concierto de Beethoven, una comedia de Shakespeare o un poema de Vallejo. Que, para saber que esto era cierto, no era indispensable asistir a una corrida. Bastaba con leer los poemas y los textos que los toros y los toreros habían inspirado a grandes poetas, como Lorca y Alberti, y ver los cuadros en que pintores como Goya o Picasso habían inmortalizado el arte del toreo, para advertir que para muchas, muchísimas personas, la fiesta de los toros es algo más complejo y sutil que un deporte, un espectáculo que tiene algo de danza y de pintura, de teatro y poesía, en el que la valentía, la destreza, la intuición, la gracia, la elegancia y la cercanía de la muerte se combinan para representar la condición humana.

Nadie puede negar que la corrida de toros sea una fiesta cruel. Pero no lo es menos que otras infinitas actividades y acciones humanas para con los animales, y es una gran hipocresía concentrarse en aquella y olvidarse o empeñarse en no ver a estas últimas. Quienes quieren prohibir la tauromaquia, en muchos casos, y es ahora el de Cataluña, suelen hacerlo por razones que tienen que ver más con la ideología y la política que con el amor a los animales. Si amaran de veras al toro bravo, al toro de lidia, no pretenderían prohibir los toros, pues la prohibición de la fiesta significaría, pura y simplemente, su desaparición. El toro de lidia existe gracias a la fiesta y sin ella se extinguiría. El toro bravo está constitutivamente formado para embestir y matar y quienes se enfrentan a él en una plaza no sólo lo saben, muchas veces lo experimentan en carne propia.

Por otra parte, el toro de lidia, probablemente, entre la miríada de animales que pueblan el planeta, es hasta el momento de entrar en la plaza, el animal más cuidado y mejor tratado de la creación, como han comprobado todos quienes se han tomado el trabajo de visitar un campo de crianza de toros bravos.

Pero todas estas razones valen poco, o no valen nada, ante quienes, de entrada, proclaman su rechazo y condena de una fiesta donde corre la sangre y está presente la muerte. Es su derecho, por supuesto. Y lo es, también, el de hacer todas las campañas habidas y por haber para convencer a la gente de que desista de asistir a las corridas de modo que éstas, por ausentismo, vayan languideciendo hasta desaparecer. Podría ocurrir. Yo creo que sería una gran pérdida para el arte, la tradición y la cultura en la que nací, pero, si ocurre de esta manera -la manera más democrática, la de la libre elección de los ciudadanos que votan en contra de la fiesta dejando de ir a las corridas- habría que aceptarlo.

Lo que no es tolerable es la prohibición, algo que me parece tan abusivo y tan hipócrita como sería prohibir comer langostas o camarones con el argumento de que no se debe hacer sufrir a los crustáceos (pero sí a los cerdos, a los gansos y a los pavos). La restricción de la libertad que ello implica, la imposición autoritaria en el dominio del gusto y la afición, es algo que socava un fundamento esencial de la vida democrática: el de la libre elección.

La fiesta de los toros no es un quehacer excéntrico y extravagante, marginal al grueso de la sociedad, practicado por minorías ínfimas. En países como España, México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y el sur de Francia, es una antigua tradición profundamente arraigada en la cultura, una seña de identidad que ha marcado de manera indeleble el arte, la literatura, las costumbres, el folclore, y no puede ser desarraigada de manera prepotente y demagógica, por razones políticas de corto horizonte, sin lesionar profundamente los alcances de la libertad, principio rector de la cultura democrática.

Prohibir las corridas, además de un agravio a la libertad, es también jugar a las mentiras, negarse a ver a cara descubierta aquella verdad que es inseparable de la condición humana: que la muerte ronda a la vida y termina siempre por derrotarla. Que, en nuestra condición, ambas están siempre enfrascadas en una lucha permanente y que la crueldad -lo que los creyentes llaman el pecado o el mal- forma parte de ella, pero que, aun así, la vida es y puede ser hermosa, creativa, intensa y trascendente. Prohibir los toros no disminuirá en lo más mínimo esta verdad y, además de destruir una de las más audaces y vistosas manifestaciones de la creatividad humana, reorientará la violencia empozada en nuestra condición hacia formas más crudas y vulgares, y acaso nuestro prójimo. En efecto, ¿para qué encarnizarse contra los toros si es mucho más excitante hacerlo con los bípedos de carne y hueso que, además, chillan cuando sufren y no suelen tener cuernos?

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2010. © Mario Vargas Llosa, 2010.

lunes, 12 de abril de 2010

LA FIESTA DE LOS TOROS EN TERAPIA

Articulo de:


VÍCTOR JOSÉ LÓPEZ "EL VITO"





Protestábamos ayer por la penosa situación a la que los profesionales de la Fiesta, los empresarios, toreros, ganaderos y periodistas, llevaron a los toros en Venezuela y como borregos lo conducen a su desaparición sin necesidad de la intervención de aquellos intereses políticos que se visten de sociedades, grupos e instituciones protectoras de los animales.

La lección que a diario nos da España, con sus taurinos dando la cara y defendiendo lo suyo ante parlamentos politizados y grupos en campaña de conflicto libertario, contrasta con la nuestra, revestida de intereses crematísticos, vanidosos, penosos, lamentables y antinacionalistas.

Basta un botón, y por su proximidad escogeremos la Feria de San Felipe de Yaracuy a la vuelta de la esquina.

En San Felipe toros por ejemplo el caso de la ausencia del matador de toros Eduardo Valenzuela, que sin la precisión numérica de Nelson Arreaza creemos recordar ha lidiado en esta plaza en los últimos tres años un total de 5 toros. Valenzuela, valenciano de cuna, ha cortado 6 orejas y un rabo. Pues bien, su puesto, el sitio que debe ocupar en los carteles del Yaracuy, lo ocupan dos toreros españoles que ni en España torean. ¿Acaso hay reciprocidad con España? Ninguna, amable lector; más bien todo lo contrario. A los venezolanos le acorralan y casi no los dejan pisar la península Ibérica.

Hay más en lo de la Feria de San Felipe, pero dejémoslo asñi con el caso de Valenzuela, a quien por cierto nos extraña sobre manera el silencio que provoca la injusticia que con él se comete por parte de los cronistas de su natal Valencia. Lo de Eduardo no es un caso aislado, podríamos publicar una larga lista de injusticias para los los criollos que los "promotores de espectáculos", en lo que se han convertido los cronistas taurinos, no se atreven denunciar,

De ese caso, del periodismo taurino, también quisiera referirme. Es verdaderamente asqueante que la crónica taurina venezolana, así como la información respectiva, tenga como medio las páginas webbs de las empresas y organizaciones feriales. Sí, organizaciones feriales porque acá se acabó el sentido de "La Empresa". Aquí nadie "emprende", sólo "negocia" con industrias cerveceras, licoreras, tabacaleras, alcaldías, etc ... la Feria. Hay organizadores que ni novillada organiza, y si por ellos fuera hasta al torero nacional dejarían fuera.

Ahora bien, no es sólo la culpa de empresarios y periodistas, ¿Qué me dicen de los ganaderos? No hay uno que diga "soy libre de culpa" para tirar la primera piedra, pero ¡Cómo largan de sus colegas en os tendidos! No se dan cuenta que esta es fiesta de toros, y sin el toro en la plaza no existirá.

Todo esto tiene un nudo gordiano donde se ahorcan las esperanzas del público aficionado, me refiero a la complicidad, incompetencia o ignorancia de las Autoridades Taurinas.

Esto está grave amigos, muy grave, y deben darse pasos firmes para recuperar los espacios perdidos. La fórmula por ser sencilla no es fácil. Se necesita mucha paciencia, apoyar al torero venezolano. Devolverle al toro su presencia en la plaza y que los toreros tomen algunas cucharadas de dignidad profesional.