OPINIÓN EN EL SITIO
Paco Aguado
MADRID 1964
Periodista
Rafael Correa, presidente del Ecuador, tiene un hermano al que le gustan los toros. Se llama Fabricio y cada año se sienta en los tendidos de Iñaquito en alguna corrida de la feria del Gran Poder. Y a veces lo hace junto a su madre, a la que Guillermo Albán, su paisano guayaquileño, brindó un toro hace un par de años, justo unos días después de que el hijo más ilustre de tan venerable señora hubiera prohibido la entrada de menores a las plazas y la transmisión de los festejos en horario protegido para la infancia.
Dicen quienes les conocen que en nada se parecen Rafael y Fabricio, aunque hayan nacido y se hayan criado en la misma familia de la élite ecuatoriana. Y aunque, haciendo uso y disfrute de sus privilegios de "pelucones" -así llaman los indigenistas a los pro hispánicos en recuerdo de los empolvados apéndices capilares del virreinato-, ambos hayan estudiado en carísimos colegios y, al menos Rafael, en universidades de los Estados Unidos y Bélgica.
De vuelta a la Patria, Fabricio puso sus conocimientos al servicio de la empresa privada, en una constructora que firmó numerosos contratos con el estado ecuatoriano. Pero Rafael se dedicó a la política, llegando primero a ministro de Economía y luego a dirigir un país sumido en una profunda crisis económica, dolarizado por la caída abismal del Sucre y, a pesar de sus grandes recursos, con millones de forzosos emigrantes repartidos por el mundo. Como consecuencia de una larga sucesión de gobiernos corruptos, cuyos responsables disfrutan ahora de su botín en lujosas mansiones de Miami, el prócer de la familia Correa se encontró con un perfecto escenario, al igual que Venezuela, para ejercer el tentador oficio de la demagogia y el populismo.
Pero algo debió pasar dentro de esa familia, porque "Caín" Correa se encargó cuanto antes de anular esos contratos millonarios que había firmado su hermano "Abel" Fabricio, al tiempo que se daba a la búsqueda del fácil e inconcreto amparo del indigenismo y a seguir las pautas del bolivarismo. Ya saben: esa corriente política suramericana que intenta desprenderse del yugo yanqui... sin perder su fijación antiespañola, manteniendo vivo el rencor contra ese otro imperialismo del que se liberaron hace ya dos siglos y que no es culpable de los actuales problemas del cono sur.
Burgueses y oligarcas, igual que su familia, llama Correa a quienes defienden los toros en Ecuador, entre quienes se encuentran su hermano Fabricio y sus principales enemigos políticos
Sobre la base de tantos prejuicios acumulados, sin distinguir muy bien todavía a los malos de la película, se asienta la ambigua política del Correa que cambió las corbatas de seda por camisas bordadas con motivos incas. En el fondo, un disfraz bajo el que oculta su verdadero origen de burgués oligarca, como aquellos criollos que, tras la independencia, se pusieron en manos de los anglosajones para seguir viviendo a costa del indio.
Burgueses y oligarcas, igual que la familia de la que procede, llama ahora Correa a quienes defienden los toros en el Ecuador, entre quienes se encuentran su hermano Fabricio y, no lo olvidemos, sus principales enemigos políticos. Y, encubriendo sus intenciones con mensajes pacifistas que no se ajustan a las violentas costumbres indígenas, quiere ahora asestarles un sonado golpe de efecto cargado de resentimiento personal: prohibir las corridas con un pretendido referendo que viene ya precedido de una persistente campaña antitaurina de su gobierno.
Porque lo importante, al parecer, no es que haya miles de niños mendigando por las calles de Quito, sino que no entren a los toros, que no vean la violencia que ejerce un torero español contra ese animal al que los indígenas, en el páramo andino, torturan aferrándole un cóndor sobre el morrillo como antisímbolo contra el virreinato. Hay que evitar urgentemente que los niños sean testigos de esa violencia, pero no hay tanta prisa en evitar que la sufran en sus carnes en las calles de un país hundido por la inoperancia de sus políticos.
Anuncia Correa un referendo no tanto contra los toros sino contra la Feria de Quito, la pasarela de su oposición. Porque no creo que se atreva a acabar con los siglos de tradición de esa otra fiesta, aún más arraigada, que son los que allí llaman toros de provincia, los que disfruta un pueblo ecuatoriano que intenta evadirse de cientos de años de sufrimiento y opresión, ese al que él mismo dice defender. Pero más bien parece que el burgués Rafael Correa no quiere defender a nadie, sino agredir y rehuir sus propios orígenes con ese refrendo en el que los primeros votos en su contra serán los de su propia familia.
martes, 3 de agosto de 2010
Españoles y Nativos: diferentes en politica..iguales en aficion...
LOS TOROS EN VILLA DE CURA
Un documento que data de diciembre de 1716 denuncia ante el Teniente Corregidor de los valles de Aragua, Don Luis Tellez de Silva, que españoles e indígenas han molestado el ganado propiedad del presbítero Pedro Díaz Cienfuegos, que pastaban en sabanas también suyas ubicadas en el sitio nombrado Valle de Cura (Hoy Villa de Cura)
. La molestia en cuestión se refería a que los señores capitanes Juan Joseph Moreno, Luis Jiménez de Rojas, Joseph de Obregón, Juan José Pacheco, Francisco Milano, Francisco de Silva y Pedro de Aros, conjuntamente con los civiles Juan Bartola, Manuel del Barrio, Simón Marín, Diego de Funes y un indio llamado Santiago, vecino de San Mateo, procedieron a celebrar una lidia de toros en la sabana en un espacio cerrado con palos. Algunos indios fungieron de cuadrilleros. Pero lo peor del caso fue que la corrida la celebraron en fiestas de guardar, como son el 30 de septiembre y el primero de enero, lo cual estaba prohibido por el Papa.
Fuente: Botello Rumbos.libro “El toreo en Aragua” escrito por Oldman Botello y Antonio Arteaga, enero 1973).
Tauromaquia andina
El ganado bovino aparece tempranamente en peru, y Garcilaso cuenta cómo-estando todavía en el cuzco, niño,-llegaron los primeros toros, lo cual suscitó enorme júbilo- llevome a verlos un ejército de indios que de todas partes iban a lo mismo, atónitos y asombrados de una cosa tan mounstruosa y nueva; porque triplicaban el peso de los auquénidos. Esos animales fueron destinados al trabajo de las haciendas españolas del cuzco, y es casi seguro que fueron indios quechuas yanaconas los campesinos que los usaron; en todas partes: los gañanes que araban eran indios, especificó el mismo cronista mestizo.
Lo propio debió suceder con los caciques provincianos, cuando eran ricos. Se conoce un documento del curaca de Cajamarca; Angasnapón, aliado de Pizarro en 1532 que en tiempos dell pacificador La Gasca-hacia 1548- contaba con ocho vacas y varios caballos.
Sucedió que los propios príncipes incaicos no fueron ajenos ala gigantesca ventaja que significaba contar con los músculos y el sustento que proporcionaban aquellos animales. Por eso hallaremos en Vilcabamba cuando la toma de la ciudad por las huestes toledanas en 1572; cerca de allí se vieron , en efecto, en Pampaconac, nada menos que - noventaysiete vacas de castilla y ovejas de castilla y puercos, tal como lo cuenta fray Martin de Murúa, quien es el mejor informante de la época sobre los incas de aquel periodo. Pero la atracción por esos animales no fue exclusivamente la de su aspecto productivo- mucho mas atrajo el brillo de la tauromaquia. -Al respecto, el arte debió deslumbrar a los quechuas desde que hubo “regocijos de toros, en el Cuzco con motivo del bautizo de Sayri Tupac, inca de Vilcabamba; es el propio Garcilaso quien lo menciona, recordando su juventud y precisaría que los toreros llevaron librea muy costosa.
Las artes taurinas apasionaros muy pronto a los indios de todo el país, Hubo afición indígena an amplia escala, sobre todo en pueblos de alturas, quechuas y aymaras, al extremo de que el cronista colonial criollo Alonso Ramos Gavilan ya podía contar milagros de la virgen de Copacabana, que habria salvado de la muerte a toreros indígenas, el primero de ellos en 1598 nada menos, El nuevo arte se divulgó entre los indios de las alturas, entre otras causas, porque los toros cerriles de las estancias de los españoles y criollos eran tan bravos que- salen a los caminos- como anotaría Garcilaso, quien no cesaremos nunca de recomendar como cronista.
La temprana asimilación parcial de bovinos podría explicar el enorme arraigo con que contó la tauromaquia desde un inicio en todas las serranías. No solamente en el toreo propiamente dicho, sino en la improvisación indígena de nuevas artes o juegos, como el toro-pujllay, especie dela fiesta de San Fermin(Pamplona-España) con varios toros a la vez. Tambien en la suerte de la Moharra, variante nacional ejecutada por lo quechuas de Huarochirí, traída a la Lima colonial. Y bien sabemos que, desde años imprecisables, pero distantes, los indios de todos lados gustaron de saltar a los ruedos pueblerinos en lo mas exaltante de las fiestas patronales; y en esta via se ahondaron vocaciones, generalmente mal vistas por el criollismo taurófilo señorito. Todavia se sigue discutiendo si fue indio o zambo el torero Zevallos, pero el famoso pintor Goya, en sus acuarelas lo da como indio.
Historia del Perú-.
Un documento que data de diciembre de 1716 denuncia ante el Teniente Corregidor de los valles de Aragua, Don Luis Tellez de Silva, que españoles e indígenas han molestado el ganado propiedad del presbítero Pedro Díaz Cienfuegos, que pastaban en sabanas también suyas ubicadas en el sitio nombrado Valle de Cura (Hoy Villa de Cura)
. La molestia en cuestión se refería a que los señores capitanes Juan Joseph Moreno, Luis Jiménez de Rojas, Joseph de Obregón, Juan José Pacheco, Francisco Milano, Francisco de Silva y Pedro de Aros, conjuntamente con los civiles Juan Bartola, Manuel del Barrio, Simón Marín, Diego de Funes y un indio llamado Santiago, vecino de San Mateo, procedieron a celebrar una lidia de toros en la sabana en un espacio cerrado con palos. Algunos indios fungieron de cuadrilleros. Pero lo peor del caso fue que la corrida la celebraron en fiestas de guardar, como son el 30 de septiembre y el primero de enero, lo cual estaba prohibido por el Papa.
Fuente: Botello Rumbos.libro “El toreo en Aragua” escrito por Oldman Botello y Antonio Arteaga, enero 1973).
Tauromaquia andina
El ganado bovino aparece tempranamente en peru, y Garcilaso cuenta cómo-estando todavía en el cuzco, niño,-llegaron los primeros toros, lo cual suscitó enorme júbilo- llevome a verlos un ejército de indios que de todas partes iban a lo mismo, atónitos y asombrados de una cosa tan mounstruosa y nueva; porque triplicaban el peso de los auquénidos. Esos animales fueron destinados al trabajo de las haciendas españolas del cuzco, y es casi seguro que fueron indios quechuas yanaconas los campesinos que los usaron; en todas partes: los gañanes que araban eran indios, especificó el mismo cronista mestizo.
Lo propio debió suceder con los caciques provincianos, cuando eran ricos. Se conoce un documento del curaca de Cajamarca; Angasnapón, aliado de Pizarro en 1532 que en tiempos dell pacificador La Gasca-hacia 1548- contaba con ocho vacas y varios caballos.
Sucedió que los propios príncipes incaicos no fueron ajenos ala gigantesca ventaja que significaba contar con los músculos y el sustento que proporcionaban aquellos animales. Por eso hallaremos en Vilcabamba cuando la toma de la ciudad por las huestes toledanas en 1572; cerca de allí se vieron , en efecto, en Pampaconac, nada menos que - noventaysiete vacas de castilla y ovejas de castilla y puercos, tal como lo cuenta fray Martin de Murúa, quien es el mejor informante de la época sobre los incas de aquel periodo. Pero la atracción por esos animales no fue exclusivamente la de su aspecto productivo- mucho mas atrajo el brillo de la tauromaquia. -Al respecto, el arte debió deslumbrar a los quechuas desde que hubo “regocijos de toros, en el Cuzco con motivo del bautizo de Sayri Tupac, inca de Vilcabamba; es el propio Garcilaso quien lo menciona, recordando su juventud y precisaría que los toreros llevaron librea muy costosa.
Las artes taurinas apasionaros muy pronto a los indios de todo el país, Hubo afición indígena an amplia escala, sobre todo en pueblos de alturas, quechuas y aymaras, al extremo de que el cronista colonial criollo Alonso Ramos Gavilan ya podía contar milagros de la virgen de Copacabana, que habria salvado de la muerte a toreros indígenas, el primero de ellos en 1598 nada menos, El nuevo arte se divulgó entre los indios de las alturas, entre otras causas, porque los toros cerriles de las estancias de los españoles y criollos eran tan bravos que- salen a los caminos- como anotaría Garcilaso, quien no cesaremos nunca de recomendar como cronista.
La temprana asimilación parcial de bovinos podría explicar el enorme arraigo con que contó la tauromaquia desde un inicio en todas las serranías. No solamente en el toreo propiamente dicho, sino en la improvisación indígena de nuevas artes o juegos, como el toro-pujllay, especie dela fiesta de San Fermin(Pamplona-España) con varios toros a la vez. Tambien en la suerte de la Moharra, variante nacional ejecutada por lo quechuas de Huarochirí, traída a la Lima colonial. Y bien sabemos que, desde años imprecisables, pero distantes, los indios de todos lados gustaron de saltar a los ruedos pueblerinos en lo mas exaltante de las fiestas patronales; y en esta via se ahondaron vocaciones, generalmente mal vistas por el criollismo taurófilo señorito. Todavia se sigue discutiendo si fue indio o zambo el torero Zevallos, pero el famoso pintor Goya, en sus acuarelas lo da como indio.
Historia del Perú-.
viernes, 30 de julio de 2010
Dos debates distintos , editorial el tiempo de Colombia...
El tiempo-.
El parlamento de Cataluña prohibió el miércoles las corridas de toros en esa comunidad española, y la votación ha repercutido incluso en países que jamás han visto un toro bravo, pues parecería significar que España renuncia a España. Sin embargo, hay que decir que también Cataluña es Cataluña y desde hace años las corridas de toros han ido desapareciendo del mapa catalán y esta ley solo certifica su defunción. En cambio, no proscribe ciertas fiestas autóctonas regionales como los correbous (corralejas light), toro al agua o toro embolado (con hisopos de fuego en los cuernos), donde la población abusa en diverso grado de los rumiantes.
El debate que se ha dado no versa solo acerca de la crueldad con los animales, sino que encierra otros factores dignos de tenerse en cuenta. Ante todo, constituye una polémica política sobre la capacidad de autonomía de Cataluña, provincia que se siente agredida por el Estado español y que, dueña de una tradición, una cultura y un idioma propios, ha aspirado y aspira a tener mayor control sobre su destino. Dura e injustamente reprimida en tiempos de Franco, ha desarrollado durante la democracia parte de sus deseos autonómicos. Pero el pasado 9 de abril el Tribunal Constitucional tumbó varios artículos del estatuto regional y rechazó de plano que Cataluña sea una "nación", como proclamaba su texto, pues "la Constitución no recoge otra que la Nación española".
Los catalanes recibieron la sentencia como una bofetada y la vieja controversia sobre las corridas adquirió de repente una furiosa simbología sobre las diferencias culturales entre España y Cataluña. Fue así como algunos parlamentarios, que iban a abstenerse de votar o se proponían hacerlo en contra de imponer prohibiciones a aficiones o gustos, se sumaron al voto de protesta contra algo tan esencialmente español como la tauromaquia. Así, pues, la controversia desplegó dos filos: por una parte, los apoyos internacionales ambientalistas contra la fiesta brava y, por otra, una afirmación política de soberanía local que se benefició del creciente movimiento antitaurino surgido en tierras donde los toros no embisten. De hecho, el padre de la iniciativa que, suscrita por 180.000 firmas, se transformó en proyecto de ley es un argentino vegetariano que abomina de todo alimento de origen animal.
Muchos respetables enemigos de la fiesta brava son ajenos a la política y solo pretenden proteger a los animales o plantear un debate ético-biológico. Al mismo tiempo, los partidarios de la tauromaquia ven en esta actividad un arte con raíces religiosas ancestrales y, aparte de razones culturales, esgrimen argumentos antropológicos, ecológicos, libertarios y económicos para apuntalar su afición.
La Corte Constitucional colombiana debate en estos días una demanda cuyo desenlace podría ser, si el pleno de la corporación se apartase de la ponencia del magistrado Humberto Sierra Porto, la prohibición de ciertas expresiones tradicionales de nuestro pueblo que, como las corridas, el coleo o las riñas de gallos, implican innegable dolor animal. Es importante que, en su sabiduría, la Corte no se deje influir por la "jurisprudencia psicológica" del parlamento catalán. Son debates distintos. A Colombia le es completamente ajeno el conflicto de idiosincrasias que ha jugado papel preponderante en el caso español. La única idiosincrasia que cuenta en este caso es la especificidad de la cultura popular colombiana frente a otras que, desde tradiciones lejanas y diferentes a la nuestra, recomiendan lo que nos conviene o no nos conviene.
El parlamento de Cataluña prohibió el miércoles las corridas de toros en esa comunidad española, y la votación ha repercutido incluso en países que jamás han visto un toro bravo, pues parecería significar que España renuncia a España. Sin embargo, hay que decir que también Cataluña es Cataluña y desde hace años las corridas de toros han ido desapareciendo del mapa catalán y esta ley solo certifica su defunción. En cambio, no proscribe ciertas fiestas autóctonas regionales como los correbous (corralejas light), toro al agua o toro embolado (con hisopos de fuego en los cuernos), donde la población abusa en diverso grado de los rumiantes.
El debate que se ha dado no versa solo acerca de la crueldad con los animales, sino que encierra otros factores dignos de tenerse en cuenta. Ante todo, constituye una polémica política sobre la capacidad de autonomía de Cataluña, provincia que se siente agredida por el Estado español y que, dueña de una tradición, una cultura y un idioma propios, ha aspirado y aspira a tener mayor control sobre su destino. Dura e injustamente reprimida en tiempos de Franco, ha desarrollado durante la democracia parte de sus deseos autonómicos. Pero el pasado 9 de abril el Tribunal Constitucional tumbó varios artículos del estatuto regional y rechazó de plano que Cataluña sea una "nación", como proclamaba su texto, pues "la Constitución no recoge otra que la Nación española".
Los catalanes recibieron la sentencia como una bofetada y la vieja controversia sobre las corridas adquirió de repente una furiosa simbología sobre las diferencias culturales entre España y Cataluña. Fue así como algunos parlamentarios, que iban a abstenerse de votar o se proponían hacerlo en contra de imponer prohibiciones a aficiones o gustos, se sumaron al voto de protesta contra algo tan esencialmente español como la tauromaquia. Así, pues, la controversia desplegó dos filos: por una parte, los apoyos internacionales ambientalistas contra la fiesta brava y, por otra, una afirmación política de soberanía local que se benefició del creciente movimiento antitaurino surgido en tierras donde los toros no embisten. De hecho, el padre de la iniciativa que, suscrita por 180.000 firmas, se transformó en proyecto de ley es un argentino vegetariano que abomina de todo alimento de origen animal.
Muchos respetables enemigos de la fiesta brava son ajenos a la política y solo pretenden proteger a los animales o plantear un debate ético-biológico. Al mismo tiempo, los partidarios de la tauromaquia ven en esta actividad un arte con raíces religiosas ancestrales y, aparte de razones culturales, esgrimen argumentos antropológicos, ecológicos, libertarios y económicos para apuntalar su afición.
La Corte Constitucional colombiana debate en estos días una demanda cuyo desenlace podría ser, si el pleno de la corporación se apartase de la ponencia del magistrado Humberto Sierra Porto, la prohibición de ciertas expresiones tradicionales de nuestro pueblo que, como las corridas, el coleo o las riñas de gallos, implican innegable dolor animal. Es importante que, en su sabiduría, la Corte no se deje influir por la "jurisprudencia psicológica" del parlamento catalán. Son debates distintos. A Colombia le es completamente ajeno el conflicto de idiosincrasias que ha jugado papel preponderante en el caso español. La única idiosincrasia que cuenta en este caso es la especificidad de la cultura popular colombiana frente a otras que, desde tradiciones lejanas y diferentes a la nuestra, recomiendan lo que nos conviene o no nos conviene.
Carta de Enrique Calvo "El Cali"..(en Colombia la amenaza antitaurina pende en el tribunal contitucional)
ENRIQUE CALVO, "EL CALI"
En Colombia el 28 es sinónimo de tomadura de pelo ante una circunstancia adversa como la vivida hoy en Cataluña.
Esta es la sensación que tienen los aficionados a uno de los espectáculos que la Conquista Española dejo como legado de cultura y tradición en varios de los países de habla hispana al otro lado del Atlántico.
Con la cultura de la Fiesta Brava se ha identificado la población hispanohablante durante un puñado de años, que hoy día unos desadaptados de la tradición y las costumbres quieren desconocer con los argumentos de barbarie y generadora de violencia.
La violencia ya no en nuestro terruño sino a nivel mundial es producto de muchas otras razones especialmente por la diversidad a que nos enfrenta la maquinaria del consumo, producto de un capitalismo salvaje. No es posible pensar que la cantidad de problemas a los que nuestra sociedad se enfrenta especialmente en el campo de la violencia sea producto de la Fiesta Brava.
Mencionemos algunos aspectos generadores de violencia en Colombia; el desplazamiento forzado, el desempleo, el hambre, la falta de educación, de salud, de vivienda, problemas trillados por media humanidad que día a día intenta paliar a base de esfuerzo y muchas veces con apoyo de las utilidades que dejan las taquillas de los espectáculos taurinos en nuestro país.
El mundo del Toro Bravo lo que genera es solidaridad ante las adversidades del genero humano y solidaridad consigo mismo, a decir con el alma y el espíritu. Muchas tardes ante la conjunción de un bravo toro y un torero varonil y artista salen de las plazas de toros un puñado de aficionados viviendo y sintiendo algo inenarrable llenando su espíritu con lances de alelí, momentos perdurables por siempre, lejos de la violencia que generan otro tipo de espectáculos, algunos de masas enardecidas ante un resultado contrario o a favor, finalizando muchas veces con la vida de sus congéneres.
El éxito de la Revolución Francesa en occidente se debe al arte de practicar la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Los tres elementos son pilares fundamentales de todas las constituciones de nuestro entorno, por lo tanto de obligatorio cumplimiento para una sana convivencia incluidos lógicamente los taurinos y los contras.
En estos derechos fundamentales encontramos el respeto de pensamiento, respeto a su intimidad personal, al libre desarrollo de su personalidad, al trabajo, a la recreación y utilización del tiempo libre, a la libertad de profesión u oficio, de opinión, al derecho de reunión, la libertad sin ninguna discriminación por razón de sexo, raza, opinión política o filosófica, además el Estado se compromete a promover la cultura en todas las etapas del proceso de creación, pues la creación artística debe ser libre, respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios. Cumpliendo estos preceptos constitucionales se enaltece la fraternidad, la igualdad y lo más importante la libertad como derecho fundamental del hombre en todo el continente.
El mayor logro de taurinos y antitaurinos estaría en juntarse y luchar por la verdadera violencia que azota a miles de colombianos y otros países, producto de la falta de respeto a la diversidad plasmada en la Constitución.
“En parte el arte completa lo que la naturaleza no puede elaborar y, en parte imita a la naturaleza” ARISTOTELES
En Colombia el 28 es sinónimo de tomadura de pelo ante una circunstancia adversa como la vivida hoy en Cataluña.
Esta es la sensación que tienen los aficionados a uno de los espectáculos que la Conquista Española dejo como legado de cultura y tradición en varios de los países de habla hispana al otro lado del Atlántico.
Con la cultura de la Fiesta Brava se ha identificado la población hispanohablante durante un puñado de años, que hoy día unos desadaptados de la tradición y las costumbres quieren desconocer con los argumentos de barbarie y generadora de violencia.
La violencia ya no en nuestro terruño sino a nivel mundial es producto de muchas otras razones especialmente por la diversidad a que nos enfrenta la maquinaria del consumo, producto de un capitalismo salvaje. No es posible pensar que la cantidad de problemas a los que nuestra sociedad se enfrenta especialmente en el campo de la violencia sea producto de la Fiesta Brava.
Mencionemos algunos aspectos generadores de violencia en Colombia; el desplazamiento forzado, el desempleo, el hambre, la falta de educación, de salud, de vivienda, problemas trillados por media humanidad que día a día intenta paliar a base de esfuerzo y muchas veces con apoyo de las utilidades que dejan las taquillas de los espectáculos taurinos en nuestro país.
El mundo del Toro Bravo lo que genera es solidaridad ante las adversidades del genero humano y solidaridad consigo mismo, a decir con el alma y el espíritu. Muchas tardes ante la conjunción de un bravo toro y un torero varonil y artista salen de las plazas de toros un puñado de aficionados viviendo y sintiendo algo inenarrable llenando su espíritu con lances de alelí, momentos perdurables por siempre, lejos de la violencia que generan otro tipo de espectáculos, algunos de masas enardecidas ante un resultado contrario o a favor, finalizando muchas veces con la vida de sus congéneres.
El éxito de la Revolución Francesa en occidente se debe al arte de practicar la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Los tres elementos son pilares fundamentales de todas las constituciones de nuestro entorno, por lo tanto de obligatorio cumplimiento para una sana convivencia incluidos lógicamente los taurinos y los contras.
En estos derechos fundamentales encontramos el respeto de pensamiento, respeto a su intimidad personal, al libre desarrollo de su personalidad, al trabajo, a la recreación y utilización del tiempo libre, a la libertad de profesión u oficio, de opinión, al derecho de reunión, la libertad sin ninguna discriminación por razón de sexo, raza, opinión política o filosófica, además el Estado se compromete a promover la cultura en todas las etapas del proceso de creación, pues la creación artística debe ser libre, respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios. Cumpliendo estos preceptos constitucionales se enaltece la fraternidad, la igualdad y lo más importante la libertad como derecho fundamental del hombre en todo el continente.
El mayor logro de taurinos y antitaurinos estaría en juntarse y luchar por la verdadera violencia que azota a miles de colombianos y otros países, producto de la falta de respeto a la diversidad plasmada en la Constitución.
“En parte el arte completa lo que la naturaleza no puede elaborar y, en parte imita a la naturaleza” ARISTOTELES
miércoles, 28 de julio de 2010
Sálvate toro de España...Artículo de Antonio Burgos
Sálvate, toro de España
- Lo peor de la Fiesta es que está en manos de los aficionados... al maldito parné -
ANTONIO BURGOS
ABC
Día 28/07/2010
EMPEZARON por el toro de Osborne, y hoy van a por el toro de España. Al toro, que es una mona. Quieren apuntillarlo. Amontillarlo. Un renegado paisano de Manolete y del Cordobés será quien lo prohiba en Cataluña.
Empezaron por la zaina silueta del toro de Osborne encampanado en El Bruch. Le aserraron las patas. ¿Cómo quienes dicen defender a los animales pueden cortar la pata a un toro, como si fueran Chamaco en la Monumental de don Pedro Balañá en los años 50? Los animales les importan una higa.
A don Fernando Adrián ni le tosen si hidrogena langostas vivas. Estaban contra el toro de Osborne porque lo vieron como escudo de la bandera de España, pues campea en el albero de su central franja amarilla cuando los chavales cantan: «Yo soy español, español».
¿Por qué quieren prohibir la Fiesta Nacional? ¿Por Fiesta o por Nacional? Por Nacional.
En Cataluña no hay más fiesta nacional que la sardana, San Yordi, la fuente de Canaletas y la butifarra. Y no sé por qué la han tomado contra los toros, si antes no han prohibido otros símbolos patrios. ¿O esto es sólo el comienzo? Si es por prohibir cuanto huela a España, tendrán que declarar fuera de la ley la tortilla española, el Ave, el flamenco, la sangría, la paella, los bocadillos de calamares, el pasodoble, el sombrero de ala ancha de Tío Pepe y ni te cuento la Feria de Abril de Barberá del Vallés.
Y si prohiben los toros como institución nacional, más institución nacional es el Cortinglés, la única que hoy por hoy une a las Españas por encima de estatutos y separatismos, y ahí la tienen, encampanada en la Plaza de Cataluña. O la Liga Nacional de Fútbol. ¿Por qué prohiben los toros y consienten que el Barcelona gane una Liga absolutamente españolista, donde milita el Real Madrid, máximo símbolo del centralismo?
Claro, como los toros están en las manos que están... Las más ardorosas, valientes y razonadas defensas de la Fiesta Nacional en Cataluña las han hecho quienes no viven del toro. ¿Es apoderado de Ponce, o empresario de Málaga, o ganadero de bravo acaso don Alberto Boadella? No, es un aficionado. Un aficionado a la libertad y a la cultura, no al maldito parné. Lo peor de la Fiesta es que está en manos de los aficionados... al maldito parné, al jurdó, que no ven más allá de su pliego de condiciones, su poderdante y su camada.
Me lo dijo en Antequera un cultísimo aragonés, don Manuel Cisneros, gran egiptólogo, pues fue apoderado del Faraón de Camas:
«El fútbol es un negocio de torpes en manos de listos, y los toros, un negocio de listos en manos de torpes».
¿Dónde está la CEOE del toreo, la UGT y Comisiones del Toreo, dónde la Liga Profesional del Toreo, la SGAE del Toreo? Los que viven de la Fiesta ¿qué han hecho para impedir que la España que no quiere serlo tome a los toros como víctima propiciatoria? No han sabido, ni querido, ni podido impedir el ritual sacrificio del Toro de España en el ara del Parlamento catalán.
El toro de Miguel Hernández:
«Despierta, toro: esgrime, desencadena, víbrate./ Levanta, toro: truena, toro, abalánzate./ Atorbellínate, toro: revuélvete. Sálvate, denso toro de emoción y de España./ Sálvate.»
(Sálvate, sobre todo, toro, de los que viven a tu costa y de los que te odian porque eres España.)
lunes, 12 de julio de 2010
miércoles, 7 de julio de 2010
miércoles, 30 de junio de 2010
viernes, 11 de junio de 2010
La silla de Morante en Nimes. Por Antonio Burgos
Morante en Nimes, cumbre. La silla de Morante en Nimes, una mierda de silla. Para llamar a los de Reto o a Merkausado, y que se la lleven.
—Y no se la llevan, ¿quién va a querer esa silla?
Un horror de silla. Una horterada. Hombre, sobre todo considerando la idea que tenemos todos de cómo debe ser una silla en un ruedo taurino, si el matador la pide para banderillear desde ella o para sentarse e iniciar con ayudados por alto la faena de muleta.¿Tanto cuesta mandar por Seur una silla de Quidiello como Dios manda hasta Nimes? Porque si Morante pensaba torear por el plan antiguo e iniciar sentado la faena de muleta al toro de Juan Pedro Domecq (que seguro que lo tendría más que pensado, pues no tiene un pelo ni de tonto ni de loco), él o su equipo deberían haberlo previsto. Pero, claro, ¿qué se le va a pedir a Curro Vázquez, que no sabe lo que es una silla sevillana de enea ni quién es Quidiello?
Una silla en una plaza de toros. ¡Lo seria que es una silla en una plaza de toros! ¿Usted no ve el solio pontificio de Benedicto XVI en Roma? Algo así, pero de enea. De enea y de palo, ¿eh? ¿Se sienta acaso en una silla de Merkamueble el guitarrista que acompaña al cantaor? ¿Pasa el Gran Poder cuando de Madrugada entra en La Campana ante unas sillas de Ikea que ha montado un manitas del Consejo? Las sillas del arte andaluz, del sentimiento de nuestra tierra, están perfectamente codificadas. Una de las tropelías que se hicieron en la Catedral con Amigo Vallejo fue precisamente quitar las clásicas sillas de enea y poner en el crucero unas filas de asientos negros de plástico que parece que estás en un aeropuerto esperando la salida de tu vuelo.
Yo me acuerdo haber visto de chaval una silla en la plaza de toros de Sevilla. La pidió el loquito de Manuel Álvarez «El Bala» para poner banderillas sentado, igual que las ponía con la boca, partiendo además los palos, que yo no sé cómo los garapullos no le pegaban una cornada con su madera como la del pobre Julito Aparicio. El loco de El Bala ponía las banderillas con el velo del paladar. Y la silla que pidió para banderillear se la bajó Elías el barbero del palco del Aero. Una magnífica silla de enea. Se la sacó un banderillero al tercio, la cogió El Bala, se sentó en ella con los palos en la mano, citó al toro, se arrancó el toro, se le coló por el izquierdo, se levantó Manuel, y el toro le pegó tal tarascada a la silla, que la silla fue a tomar por saco al callejón, hecha pedazos. Porque a los toros les gustan las sillas de enea de toda la vida. En cambio esa silla horrorosa que sacó Morante en Nimes, ni la tocó el toro. ¿De qué la va a tocar el toro? ¿Usted no ve que el toro era de Juan Pedro, y los que cría el ganadero que se está dejando pinta de espadachín viejorro de Pérez Reverte son toros artistas con mucho sentido estético y detestan estas horteradas de sillas de puticlú?
Morante, que ve más vídeos antiguos de la cuenta, quería seguramente revivir lo de Rafael el Gallo toreando desde la silla. O lo de Antonio Carmona «El Gordito» en las láminas de «La Lidia». Le sobró arte y compás, hondura, esencia: cumbre, como cuentan las crónicas. Pero le faltó silla. Esa silla que sacó Morante en Nimes la he visto yo en un salón de bodas, horroroso de hortera, que hay por Alcalá del Río. Esa silla la he visto yo en «Cine de Barrio»: la silla donde se sentaba el pianista argentino parguelón que ahora se ha peleado con Paradas. Es una silla como del Hotel Ex Colón o del Bar Ex Laredo, qué horror. Si Morante quiere sentar cátedra y ocupar el trono vacío del toreo según Sevilla, de momento tiene que irse buscando otra silla. Para que así ocurra cuanto antes, algunos, en nuestra orfandad currista, incluso estamos dispuestos a pagarle el porte y mandar por Seur 10 una silla de Quidiello como Dios manda a la plaza que Morante nos diga. ABC, 25-05-10
—Y no se la llevan, ¿quién va a querer esa silla?
Un horror de silla. Una horterada. Hombre, sobre todo considerando la idea que tenemos todos de cómo debe ser una silla en un ruedo taurino, si el matador la pide para banderillear desde ella o para sentarse e iniciar con ayudados por alto la faena de muleta.¿Tanto cuesta mandar por Seur una silla de Quidiello como Dios manda hasta Nimes? Porque si Morante pensaba torear por el plan antiguo e iniciar sentado la faena de muleta al toro de Juan Pedro Domecq (que seguro que lo tendría más que pensado, pues no tiene un pelo ni de tonto ni de loco), él o su equipo deberían haberlo previsto. Pero, claro, ¿qué se le va a pedir a Curro Vázquez, que no sabe lo que es una silla sevillana de enea ni quién es Quidiello?
Una silla en una plaza de toros. ¡Lo seria que es una silla en una plaza de toros! ¿Usted no ve el solio pontificio de Benedicto XVI en Roma? Algo así, pero de enea. De enea y de palo, ¿eh? ¿Se sienta acaso en una silla de Merkamueble el guitarrista que acompaña al cantaor? ¿Pasa el Gran Poder cuando de Madrugada entra en La Campana ante unas sillas de Ikea que ha montado un manitas del Consejo? Las sillas del arte andaluz, del sentimiento de nuestra tierra, están perfectamente codificadas. Una de las tropelías que se hicieron en la Catedral con Amigo Vallejo fue precisamente quitar las clásicas sillas de enea y poner en el crucero unas filas de asientos negros de plástico que parece que estás en un aeropuerto esperando la salida de tu vuelo.
Yo me acuerdo haber visto de chaval una silla en la plaza de toros de Sevilla. La pidió el loquito de Manuel Álvarez «El Bala» para poner banderillas sentado, igual que las ponía con la boca, partiendo además los palos, que yo no sé cómo los garapullos no le pegaban una cornada con su madera como la del pobre Julito Aparicio. El loco de El Bala ponía las banderillas con el velo del paladar. Y la silla que pidió para banderillear se la bajó Elías el barbero del palco del Aero. Una magnífica silla de enea. Se la sacó un banderillero al tercio, la cogió El Bala, se sentó en ella con los palos en la mano, citó al toro, se arrancó el toro, se le coló por el izquierdo, se levantó Manuel, y el toro le pegó tal tarascada a la silla, que la silla fue a tomar por saco al callejón, hecha pedazos. Porque a los toros les gustan las sillas de enea de toda la vida. En cambio esa silla horrorosa que sacó Morante en Nimes, ni la tocó el toro. ¿De qué la va a tocar el toro? ¿Usted no ve que el toro era de Juan Pedro, y los que cría el ganadero que se está dejando pinta de espadachín viejorro de Pérez Reverte son toros artistas con mucho sentido estético y detestan estas horteradas de sillas de puticlú?
Morante, que ve más vídeos antiguos de la cuenta, quería seguramente revivir lo de Rafael el Gallo toreando desde la silla. O lo de Antonio Carmona «El Gordito» en las láminas de «La Lidia». Le sobró arte y compás, hondura, esencia: cumbre, como cuentan las crónicas. Pero le faltó silla. Esa silla que sacó Morante en Nimes la he visto yo en un salón de bodas, horroroso de hortera, que hay por Alcalá del Río. Esa silla la he visto yo en «Cine de Barrio»: la silla donde se sentaba el pianista argentino parguelón que ahora se ha peleado con Paradas. Es una silla como del Hotel Ex Colón o del Bar Ex Laredo, qué horror. Si Morante quiere sentar cátedra y ocupar el trono vacío del toreo según Sevilla, de momento tiene que irse buscando otra silla. Para que así ocurra cuanto antes, algunos, en nuestra orfandad currista, incluso estamos dispuestos a pagarle el porte y mandar por Seur 10 una silla de Quidiello como Dios manda a la plaza que Morante nos diga. ABC, 25-05-10
jueves, 29 de abril de 2010
Bautizado en Caracas el libro:"Manolete al desnudo" de Angel Luis Omaña
Durante la jornada taurina celebrada en el centro asturiano de Caracas el pasado sábado 24 de abril, se bautizó el libro "Manolete al desnudo" del periodista,torero, compositor y poeta Angel luis Omaña. Con prólogo de Rafael del Naranco, el autor abre su capote para presentarnos al desnudo una novedosa e interesantísima obra sobre el legendario diestro Manuel Rodriguez Sanchez "Manolete" el torero mas universal de todos los tiempos. Omaña basado en sus vivencias en el mundo de la tauromaquia, entre ellas el haber sido amigo de Dominguin Padre y de otros personajes que convivieron con el legendario fenómeno de Córdoba; e igualmente, su minucioso trabajo investigativo sobre la vida del famoso diestro, le ha permitido recopilar valiosísimos datos que por desconocerse nunca habian sido publicados, tal es el caso del paso del padre de Manolete, tambien torero, cuando vino a Caracas contratado para la temporada de 1914, una entrevista a su amante Lupe Sino dos dias despues de la tragedia de Linares y las declaraciones de una sobrina del fenómeno que le da un matiz distinto a las versiones conocidas del fatídico dia. Un libro entre poemas del autor que seguramente deleitará al lector desde el principio, cuando la polémica sobre asuntos personales del mounstruo, provocada por un banderillero , no le quitaria ni una pizca la grandeza personal ni torera del mítico y glorioso Manolete.
Mas información sobre la obra a traves del correo gustavoymirna@hotmail.com
miércoles, 28 de abril de 2010
Video: Mariachi dedicado a Jose Tomas
Los mariachis de Aguascalientes cantan estos días de Feria de San Marcos y de convalecencia del torero, la canción dedicada al diestro compuesta por Napoleón
martes, 27 de abril de 2010
Homenajeado Mario Gonzalez por la afición de Caracas
El pasado Sabado 24 de abril se celebró un festival taurino con la participación de los aficionados practicos Alfredo Movilla, Pedro Martin, Antonio Martinez y el ganadero Euclides Sanchez, quienes lidiaron reses de Juan Campolargo. Al terminar el paseillo la aficion caraqueña, los aficionados prácticos, los matadores de toros Jose Antonio Valencia y Erick Cortez, banderilleros y aspirantes le hicieron entrega al picador de toros y organizador Mario Gonzalez de un diploma en reconocimiento a una vida entera dedicado al toreo. El ambientazo que se vivió en la jornada por la gran asistencia de aficionados y público donde tambien hubo una misa rociera y se bautizó el libro "Manolete al desnudo" de Angel Luis Omaña, demostró que a pesar de la sequia taurina que viene padeciendo la capital del pais,se mantiene aún una gran afición que anhela con pasión el retorno de la actividad taurina...
miércoles, 21 de abril de 2010
Presidente de la Plataforma taurina en el cabildo de Caracas
Un articulo publicado en el diario meridiano escrito por "El Vito" titulado "La fiesta de los toros en terapia" y que por su interesante contenido colgamos en nuestro blog, ha causado gran revuelo y ha desnudado parte de realidad taurina venezolana. El articulo causó escozor y sobre todo en este mundo del toro donde las vanidades hacen que no miremos la viga de nuestros ojos sino la paja del ojo ajeno y enseguida saltaron las voces de algunos que se sintieron "aludidos" y sin aportar nada sustancioso ni dar alguna "receta" que nos ayude a salir de esta terapia, solo se pronunciaron para dejar en claro que no tienen nada que ver con esta crisis. Cuando se han hecho esfuerzos para intentar encaminar algunos aspectos que pudiesen revertir los sintomas de esta crisis, son los mismos estamentos internos quienes muestran resistencia y se niegan irresponsablemente a dar su aporte positivo para que los logros no se queden en el camino. Tal es el caso del nuevo circo de Caracas, cuando el año pasado intentaron los grupos antitaurinos declarar Caracas ciudad antitaurina, la plataforma taurina junto a "taurinos por Caracas" logró detener la declaratoria, y se tuvo una oportunidad de oro para ocupar los taurinos espacios dentro del coso, sin embargo faltó el gremio de toreros,el de ganaderos optó por sugerir la construcción de un coso mas grande(¿), y entre esas posturas los circenses continuan ocupando el histórico "nuevo Circo" ante la pasividad nuestra...
domingo, 18 de abril de 2010
Torear y otras maldades
LA CUARTA PÁGINA PIEDRA DE TOQUE
MARIO VARGAS LLOSA 18/04/2010
La fiesta de los toros representa una forma de alimento espiritual y emotivo tan intenso y enriquecedor como un concierto de Beethoven, una comedia de Shakespeare o un poema de Vallejo
El intento de prohibir las corridas de toros en Cataluña ha repercutido en medio mundo y, a mí, me ha tenido polemizando en las últimas semanas en tres países en defensa de la fiesta ante enfurecidos detractores de la tauromaquia. La discusión más encendida tuvo lugar en la noche de Santo Domingo -una de esas noches estrelladas, de suave brisa, que desagravian al viajero de la canícula del día-, en el corazón de la Ciudad Colonial, en la terraza de un restaurante desde la que no se veía el vecino mar, pero sí se lo oía.
La noticia en otros webs
webs en español
en otros idiomas
Prohibir las corridas, además de un agravio a la libertad, es también jugar a las mentiras Es una seña de identidad que no puede ser desarraigada de manera prepotente y demagógica
Alguien tocó el tema y la señora que presidía la mesa y que, hasta entonces, parecía un modelo de gentileza, inteligencia y cultura, se transformó. Temblando de indignación, comenzó a despotricar contra quienes gozan en ese indecible espectáculo de puro salvajismo, la tortura y agonía de un pobre animal, supervivencia de atrocidades como las que enardecían a las multitudes en los circos romanos y las plazas medievales donde se quemaba a los herejes. Cuando yo le aseguré que la delicada langosta de la que ella estaba dando cuenta en esos mismos momentos y con evidente fruición había sido víctima, antes de llegar a su plato y a sus papilas gustativas, de un tratamiento infinitamente más cruel que un toro de lidia en una plaza y sin tener la más mínima posibilidad de desquitarse clavándole un picotazo al perverso cocinero, creí que la dama me iba a abofetear. Pero la buena crianza prevaleció sobre su ira y me pidió pruebas y explicaciones.
Escuchó, con una sonrisita aniquiladora flotándole por los labios, que las langostas en particular, y los crustáceos en general, son zambullidos vivos en el agua hirviente, donde se van abrasando a fuego lento porque, al parecer, padeciendo este suplicio su carne se vuelve más sabrosa gracias al miedo y el dolor que experimentan. Y, sin darle tiempo a replicar, añadí que probablemente el cangrejo, que otro de los comensales de nuestra mesa degustaba feliz, había sido primero mutilado de una de sus pinzas y devuelto al mar para que la sobrante le creciera elefantiásicamente y de este modo aplacara mejor el apetito de los aficionados a semejante manjar. Jugándome la vida -porque los ojos de la dama en cuestión a estas alturas delataban intenciones homicidas- añadí unos cuantos ejemplos más de los indescriptibles suplicios a que son sometidos infinidad de animales terrestres, aéreos, fluviales y marítimos para satisfacer las fantasías golosas, indumentarias o frívolas de los seres humanos. Y rematé preguntándole si ella, consecuente con sus principios, estaría dispuesta a votar a favor de una ley que prohibiera para siempre la caza, la pesca y toda forma de utilización del reino animal que implicara sufrimiento. Es decir, a bregar por una humanidad vegetariana, frutariana y clorofílica.
Su previsible respuesta fue que una cosa era matar animales para comérselos y así poder sustentarse y vivir, un derecho natural y divino, y otra muy distinta matarlos por puro sadismo. Inquirí si por casualidad había visto una corrida de toros en su vida. Por supuesto que no y que tampoco las vería jamás aunque le pagaran una fortuna por hacerlo. Le dije que le creía y que estaba seguro que ni yo ni aficionado alguno a la fiesta de los toros obligaría jamás ni a ella ni a nadie a ir a una corrida. Y que lo único que nosotros pedíamos era una forma de reciprocidad: que nos dejaran a nosotros decidir si queríamos ir a los toros o no, en ejercicio de la misma libertad que ella ponía en práctica comiéndose langostas asadas vivas o cangrejos mutilados o vistiendo abrigos de chinchilla o zapatos de cocodrilo o collares de alas de mariposa. Que, para quien goza con una extraordinaria faena, los toros representan una forma de alimento espiritual y emotivo tan intenso y enriquecedor como un concierto de Beethoven, una comedia de Shakespeare o un poema de Vallejo. Que, para saber que esto era cierto, no era indispensable asistir a una corrida. Bastaba con leer los poemas y los textos que los toros y los toreros habían inspirado a grandes poetas, como Lorca y Alberti, y ver los cuadros en que pintores como Goya o Picasso habían inmortalizado el arte del toreo, para advertir que para muchas, muchísimas personas, la fiesta de los toros es algo más complejo y sutil que un deporte, un espectáculo que tiene algo de danza y de pintura, de teatro y poesía, en el que la valentía, la destreza, la intuición, la gracia, la elegancia y la cercanía de la muerte se combinan para representar la condición humana.
Nadie puede negar que la corrida de toros sea una fiesta cruel. Pero no lo es menos que otras infinitas actividades y acciones humanas para con los animales, y es una gran hipocresía concentrarse en aquella y olvidarse o empeñarse en no ver a estas últimas. Quienes quieren prohibir la tauromaquia, en muchos casos, y es ahora el de Cataluña, suelen hacerlo por razones que tienen que ver más con la ideología y la política que con el amor a los animales. Si amaran de veras al toro bravo, al toro de lidia, no pretenderían prohibir los toros, pues la prohibición de la fiesta significaría, pura y simplemente, su desaparición. El toro de lidia existe gracias a la fiesta y sin ella se extinguiría. El toro bravo está constitutivamente formado para embestir y matar y quienes se enfrentan a él en una plaza no sólo lo saben, muchas veces lo experimentan en carne propia.
Por otra parte, el toro de lidia, probablemente, entre la miríada de animales que pueblan el planeta, es hasta el momento de entrar en la plaza, el animal más cuidado y mejor tratado de la creación, como han comprobado todos quienes se han tomado el trabajo de visitar un campo de crianza de toros bravos.
Pero todas estas razones valen poco, o no valen nada, ante quienes, de entrada, proclaman su rechazo y condena de una fiesta donde corre la sangre y está presente la muerte. Es su derecho, por supuesto. Y lo es, también, el de hacer todas las campañas habidas y por haber para convencer a la gente de que desista de asistir a las corridas de modo que éstas, por ausentismo, vayan languideciendo hasta desaparecer. Podría ocurrir. Yo creo que sería una gran pérdida para el arte, la tradición y la cultura en la que nací, pero, si ocurre de esta manera -la manera más democrática, la de la libre elección de los ciudadanos que votan en contra de la fiesta dejando de ir a las corridas- habría que aceptarlo.
Lo que no es tolerable es la prohibición, algo que me parece tan abusivo y tan hipócrita como sería prohibir comer langostas o camarones con el argumento de que no se debe hacer sufrir a los crustáceos (pero sí a los cerdos, a los gansos y a los pavos). La restricción de la libertad que ello implica, la imposición autoritaria en el dominio del gusto y la afición, es algo que socava un fundamento esencial de la vida democrática: el de la libre elección.
La fiesta de los toros no es un quehacer excéntrico y extravagante, marginal al grueso de la sociedad, practicado por minorías ínfimas. En países como España, México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y el sur de Francia, es una antigua tradición profundamente arraigada en la cultura, una seña de identidad que ha marcado de manera indeleble el arte, la literatura, las costumbres, el folclore, y no puede ser desarraigada de manera prepotente y demagógica, por razones políticas de corto horizonte, sin lesionar profundamente los alcances de la libertad, principio rector de la cultura democrática.
Prohibir las corridas, además de un agravio a la libertad, es también jugar a las mentiras, negarse a ver a cara descubierta aquella verdad que es inseparable de la condición humana: que la muerte ronda a la vida y termina siempre por derrotarla. Que, en nuestra condición, ambas están siempre enfrascadas en una lucha permanente y que la crueldad -lo que los creyentes llaman el pecado o el mal- forma parte de ella, pero que, aun así, la vida es y puede ser hermosa, creativa, intensa y trascendente. Prohibir los toros no disminuirá en lo más mínimo esta verdad y, además de destruir una de las más audaces y vistosas manifestaciones de la creatividad humana, reorientará la violencia empozada en nuestra condición hacia formas más crudas y vulgares, y acaso nuestro prójimo. En efecto, ¿para qué encarnizarse contra los toros si es mucho más excitante hacerlo con los bípedos de carne y hueso que, además, chillan cuando sufren y no suelen tener cuernos?
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2010. © Mario Vargas Llosa, 2010.
MARIO VARGAS LLOSA 18/04/2010
La fiesta de los toros representa una forma de alimento espiritual y emotivo tan intenso y enriquecedor como un concierto de Beethoven, una comedia de Shakespeare o un poema de Vallejo
El intento de prohibir las corridas de toros en Cataluña ha repercutido en medio mundo y, a mí, me ha tenido polemizando en las últimas semanas en tres países en defensa de la fiesta ante enfurecidos detractores de la tauromaquia. La discusión más encendida tuvo lugar en la noche de Santo Domingo -una de esas noches estrelladas, de suave brisa, que desagravian al viajero de la canícula del día-, en el corazón de la Ciudad Colonial, en la terraza de un restaurante desde la que no se veía el vecino mar, pero sí se lo oía.
La noticia en otros webs
webs en español
en otros idiomas
Prohibir las corridas, además de un agravio a la libertad, es también jugar a las mentiras Es una seña de identidad que no puede ser desarraigada de manera prepotente y demagógica
Alguien tocó el tema y la señora que presidía la mesa y que, hasta entonces, parecía un modelo de gentileza, inteligencia y cultura, se transformó. Temblando de indignación, comenzó a despotricar contra quienes gozan en ese indecible espectáculo de puro salvajismo, la tortura y agonía de un pobre animal, supervivencia de atrocidades como las que enardecían a las multitudes en los circos romanos y las plazas medievales donde se quemaba a los herejes. Cuando yo le aseguré que la delicada langosta de la que ella estaba dando cuenta en esos mismos momentos y con evidente fruición había sido víctima, antes de llegar a su plato y a sus papilas gustativas, de un tratamiento infinitamente más cruel que un toro de lidia en una plaza y sin tener la más mínima posibilidad de desquitarse clavándole un picotazo al perverso cocinero, creí que la dama me iba a abofetear. Pero la buena crianza prevaleció sobre su ira y me pidió pruebas y explicaciones.
Escuchó, con una sonrisita aniquiladora flotándole por los labios, que las langostas en particular, y los crustáceos en general, son zambullidos vivos en el agua hirviente, donde se van abrasando a fuego lento porque, al parecer, padeciendo este suplicio su carne se vuelve más sabrosa gracias al miedo y el dolor que experimentan. Y, sin darle tiempo a replicar, añadí que probablemente el cangrejo, que otro de los comensales de nuestra mesa degustaba feliz, había sido primero mutilado de una de sus pinzas y devuelto al mar para que la sobrante le creciera elefantiásicamente y de este modo aplacara mejor el apetito de los aficionados a semejante manjar. Jugándome la vida -porque los ojos de la dama en cuestión a estas alturas delataban intenciones homicidas- añadí unos cuantos ejemplos más de los indescriptibles suplicios a que son sometidos infinidad de animales terrestres, aéreos, fluviales y marítimos para satisfacer las fantasías golosas, indumentarias o frívolas de los seres humanos. Y rematé preguntándole si ella, consecuente con sus principios, estaría dispuesta a votar a favor de una ley que prohibiera para siempre la caza, la pesca y toda forma de utilización del reino animal que implicara sufrimiento. Es decir, a bregar por una humanidad vegetariana, frutariana y clorofílica.
Su previsible respuesta fue que una cosa era matar animales para comérselos y así poder sustentarse y vivir, un derecho natural y divino, y otra muy distinta matarlos por puro sadismo. Inquirí si por casualidad había visto una corrida de toros en su vida. Por supuesto que no y que tampoco las vería jamás aunque le pagaran una fortuna por hacerlo. Le dije que le creía y que estaba seguro que ni yo ni aficionado alguno a la fiesta de los toros obligaría jamás ni a ella ni a nadie a ir a una corrida. Y que lo único que nosotros pedíamos era una forma de reciprocidad: que nos dejaran a nosotros decidir si queríamos ir a los toros o no, en ejercicio de la misma libertad que ella ponía en práctica comiéndose langostas asadas vivas o cangrejos mutilados o vistiendo abrigos de chinchilla o zapatos de cocodrilo o collares de alas de mariposa. Que, para quien goza con una extraordinaria faena, los toros representan una forma de alimento espiritual y emotivo tan intenso y enriquecedor como un concierto de Beethoven, una comedia de Shakespeare o un poema de Vallejo. Que, para saber que esto era cierto, no era indispensable asistir a una corrida. Bastaba con leer los poemas y los textos que los toros y los toreros habían inspirado a grandes poetas, como Lorca y Alberti, y ver los cuadros en que pintores como Goya o Picasso habían inmortalizado el arte del toreo, para advertir que para muchas, muchísimas personas, la fiesta de los toros es algo más complejo y sutil que un deporte, un espectáculo que tiene algo de danza y de pintura, de teatro y poesía, en el que la valentía, la destreza, la intuición, la gracia, la elegancia y la cercanía de la muerte se combinan para representar la condición humana.
Nadie puede negar que la corrida de toros sea una fiesta cruel. Pero no lo es menos que otras infinitas actividades y acciones humanas para con los animales, y es una gran hipocresía concentrarse en aquella y olvidarse o empeñarse en no ver a estas últimas. Quienes quieren prohibir la tauromaquia, en muchos casos, y es ahora el de Cataluña, suelen hacerlo por razones que tienen que ver más con la ideología y la política que con el amor a los animales. Si amaran de veras al toro bravo, al toro de lidia, no pretenderían prohibir los toros, pues la prohibición de la fiesta significaría, pura y simplemente, su desaparición. El toro de lidia existe gracias a la fiesta y sin ella se extinguiría. El toro bravo está constitutivamente formado para embestir y matar y quienes se enfrentan a él en una plaza no sólo lo saben, muchas veces lo experimentan en carne propia.
Por otra parte, el toro de lidia, probablemente, entre la miríada de animales que pueblan el planeta, es hasta el momento de entrar en la plaza, el animal más cuidado y mejor tratado de la creación, como han comprobado todos quienes se han tomado el trabajo de visitar un campo de crianza de toros bravos.
Pero todas estas razones valen poco, o no valen nada, ante quienes, de entrada, proclaman su rechazo y condena de una fiesta donde corre la sangre y está presente la muerte. Es su derecho, por supuesto. Y lo es, también, el de hacer todas las campañas habidas y por haber para convencer a la gente de que desista de asistir a las corridas de modo que éstas, por ausentismo, vayan languideciendo hasta desaparecer. Podría ocurrir. Yo creo que sería una gran pérdida para el arte, la tradición y la cultura en la que nací, pero, si ocurre de esta manera -la manera más democrática, la de la libre elección de los ciudadanos que votan en contra de la fiesta dejando de ir a las corridas- habría que aceptarlo.
Lo que no es tolerable es la prohibición, algo que me parece tan abusivo y tan hipócrita como sería prohibir comer langostas o camarones con el argumento de que no se debe hacer sufrir a los crustáceos (pero sí a los cerdos, a los gansos y a los pavos). La restricción de la libertad que ello implica, la imposición autoritaria en el dominio del gusto y la afición, es algo que socava un fundamento esencial de la vida democrática: el de la libre elección.
La fiesta de los toros no es un quehacer excéntrico y extravagante, marginal al grueso de la sociedad, practicado por minorías ínfimas. En países como España, México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y el sur de Francia, es una antigua tradición profundamente arraigada en la cultura, una seña de identidad que ha marcado de manera indeleble el arte, la literatura, las costumbres, el folclore, y no puede ser desarraigada de manera prepotente y demagógica, por razones políticas de corto horizonte, sin lesionar profundamente los alcances de la libertad, principio rector de la cultura democrática.
Prohibir las corridas, además de un agravio a la libertad, es también jugar a las mentiras, negarse a ver a cara descubierta aquella verdad que es inseparable de la condición humana: que la muerte ronda a la vida y termina siempre por derrotarla. Que, en nuestra condición, ambas están siempre enfrascadas en una lucha permanente y que la crueldad -lo que los creyentes llaman el pecado o el mal- forma parte de ella, pero que, aun así, la vida es y puede ser hermosa, creativa, intensa y trascendente. Prohibir los toros no disminuirá en lo más mínimo esta verdad y, además de destruir una de las más audaces y vistosas manifestaciones de la creatividad humana, reorientará la violencia empozada en nuestra condición hacia formas más crudas y vulgares, y acaso nuestro prójimo. En efecto, ¿para qué encarnizarse contra los toros si es mucho más excitante hacerlo con los bípedos de carne y hueso que, además, chillan cuando sufren y no suelen tener cuernos?
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2010. © Mario Vargas Llosa, 2010.
lunes, 12 de abril de 2010
LA FIESTA DE LOS TOROS EN TERAPIA
Articulo de:
VÍCTOR JOSÉ LÓPEZ "EL VITO"
Protestábamos ayer por la penosa situación a la que los profesionales de la Fiesta, los empresarios, toreros, ganaderos y periodistas, llevaron a los toros en Venezuela y como borregos lo conducen a su desaparición sin necesidad de la intervención de aquellos intereses políticos que se visten de sociedades, grupos e instituciones protectoras de los animales.
La lección que a diario nos da España, con sus taurinos dando la cara y defendiendo lo suyo ante parlamentos politizados y grupos en campaña de conflicto libertario, contrasta con la nuestra, revestida de intereses crematísticos, vanidosos, penosos, lamentables y antinacionalistas.
Basta un botón, y por su proximidad escogeremos la Feria de San Felipe de Yaracuy a la vuelta de la esquina.
En San Felipe toros por ejemplo el caso de la ausencia del matador de toros Eduardo Valenzuela, que sin la precisión numérica de Nelson Arreaza creemos recordar ha lidiado en esta plaza en los últimos tres años un total de 5 toros. Valenzuela, valenciano de cuna, ha cortado 6 orejas y un rabo. Pues bien, su puesto, el sitio que debe ocupar en los carteles del Yaracuy, lo ocupan dos toreros españoles que ni en España torean. ¿Acaso hay reciprocidad con España? Ninguna, amable lector; más bien todo lo contrario. A los venezolanos le acorralan y casi no los dejan pisar la península Ibérica.
Hay más en lo de la Feria de San Felipe, pero dejémoslo asñi con el caso de Valenzuela, a quien por cierto nos extraña sobre manera el silencio que provoca la injusticia que con él se comete por parte de los cronistas de su natal Valencia. Lo de Eduardo no es un caso aislado, podríamos publicar una larga lista de injusticias para los los criollos que los "promotores de espectáculos", en lo que se han convertido los cronistas taurinos, no se atreven denunciar,
De ese caso, del periodismo taurino, también quisiera referirme. Es verdaderamente asqueante que la crónica taurina venezolana, así como la información respectiva, tenga como medio las páginas webbs de las empresas y organizaciones feriales. Sí, organizaciones feriales porque acá se acabó el sentido de "La Empresa". Aquí nadie "emprende", sólo "negocia" con industrias cerveceras, licoreras, tabacaleras, alcaldías, etc ... la Feria. Hay organizadores que ni novillada organiza, y si por ellos fuera hasta al torero nacional dejarían fuera.
Ahora bien, no es sólo la culpa de empresarios y periodistas, ¿Qué me dicen de los ganaderos? No hay uno que diga "soy libre de culpa" para tirar la primera piedra, pero ¡Cómo largan de sus colegas en os tendidos! No se dan cuenta que esta es fiesta de toros, y sin el toro en la plaza no existirá.
Todo esto tiene un nudo gordiano donde se ahorcan las esperanzas del público aficionado, me refiero a la complicidad, incompetencia o ignorancia de las Autoridades Taurinas.
Esto está grave amigos, muy grave, y deben darse pasos firmes para recuperar los espacios perdidos. La fórmula por ser sencilla no es fácil. Se necesita mucha paciencia, apoyar al torero venezolano. Devolverle al toro su presencia en la plaza y que los toreros tomen algunas cucharadas de dignidad profesional.
VÍCTOR JOSÉ LÓPEZ "EL VITO"
Protestábamos ayer por la penosa situación a la que los profesionales de la Fiesta, los empresarios, toreros, ganaderos y periodistas, llevaron a los toros en Venezuela y como borregos lo conducen a su desaparición sin necesidad de la intervención de aquellos intereses políticos que se visten de sociedades, grupos e instituciones protectoras de los animales.
La lección que a diario nos da España, con sus taurinos dando la cara y defendiendo lo suyo ante parlamentos politizados y grupos en campaña de conflicto libertario, contrasta con la nuestra, revestida de intereses crematísticos, vanidosos, penosos, lamentables y antinacionalistas.
Basta un botón, y por su proximidad escogeremos la Feria de San Felipe de Yaracuy a la vuelta de la esquina.
En San Felipe toros por ejemplo el caso de la ausencia del matador de toros Eduardo Valenzuela, que sin la precisión numérica de Nelson Arreaza creemos recordar ha lidiado en esta plaza en los últimos tres años un total de 5 toros. Valenzuela, valenciano de cuna, ha cortado 6 orejas y un rabo. Pues bien, su puesto, el sitio que debe ocupar en los carteles del Yaracuy, lo ocupan dos toreros españoles que ni en España torean. ¿Acaso hay reciprocidad con España? Ninguna, amable lector; más bien todo lo contrario. A los venezolanos le acorralan y casi no los dejan pisar la península Ibérica.
Hay más en lo de la Feria de San Felipe, pero dejémoslo asñi con el caso de Valenzuela, a quien por cierto nos extraña sobre manera el silencio que provoca la injusticia que con él se comete por parte de los cronistas de su natal Valencia. Lo de Eduardo no es un caso aislado, podríamos publicar una larga lista de injusticias para los los criollos que los "promotores de espectáculos", en lo que se han convertido los cronistas taurinos, no se atreven denunciar,
De ese caso, del periodismo taurino, también quisiera referirme. Es verdaderamente asqueante que la crónica taurina venezolana, así como la información respectiva, tenga como medio las páginas webbs de las empresas y organizaciones feriales. Sí, organizaciones feriales porque acá se acabó el sentido de "La Empresa". Aquí nadie "emprende", sólo "negocia" con industrias cerveceras, licoreras, tabacaleras, alcaldías, etc ... la Feria. Hay organizadores que ni novillada organiza, y si por ellos fuera hasta al torero nacional dejarían fuera.
Ahora bien, no es sólo la culpa de empresarios y periodistas, ¿Qué me dicen de los ganaderos? No hay uno que diga "soy libre de culpa" para tirar la primera piedra, pero ¡Cómo largan de sus colegas en os tendidos! No se dan cuenta que esta es fiesta de toros, y sin el toro en la plaza no existirá.
Todo esto tiene un nudo gordiano donde se ahorcan las esperanzas del público aficionado, me refiero a la complicidad, incompetencia o ignorancia de las Autoridades Taurinas.
Esto está grave amigos, muy grave, y deben darse pasos firmes para recuperar los espacios perdidos. La fórmula por ser sencilla no es fácil. Se necesita mucha paciencia, apoyar al torero venezolano. Devolverle al toro su presencia en la plaza y que los toreros tomen algunas cucharadas de dignidad profesional.
sábado, 13 de marzo de 2010
Paco ojeda en a los toros.......
A finales de la temporada 1982 un torero de Sanlucar de Barrameda Paco Ojeda,irrumpió con fuerza en el firmamento taurino revolucionando el toreo con una personalisima forma de interpretarlo, El nuevo circo de Caracas fue el escenario donde este fenomeno del toreo hizo su presentacion en Venezuela, Federico Nuñez y Victor José Lopez nos mostraron las imagenes en exclusiva de las faenas con que el diestro sanluqueño conquisto el cetro de la tauromaquia a traves del programa A..los toros que se emitia por Venezolana de Television....
domingo, 28 de febrero de 2010
Paquirri en San Cristobal...
La fiesta de los toros en Venezuela ha estado arraigada al sentir popular...con nostalgia vemos como en el canal del estado VTV se le daba ese sitio importante a la tauromaquia, cuando en horario estelar, domingos a mediodia, se transmitia el programa A...Los Toros, con Federico Nuñez y V.J.L. el Vito, quienes llevaban la actualidad taurina a todos los rincones del pais..Muchas veces debemos mirar el pasado para vislumbrar el futuro, en este video no solo se percibe como era nuestra fiesta sino tambien como el pueblo disfrutaba de sus ferias junto a quienes lo gobernaban.....
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